Cómo acompañé a una paciente mayor con esguince de tobillo: claves para volver a caminar con confianza

Cuando Beatriz llegó al consultorio, todavía cojeaba. Tenía 70 años y una expresión de desconcierto más que de dolor. Me dijo: “Fue solo una caída tonta, pero desde entonces no me animo a caminar bien. Me da miedo volver a caer”. Esa frase marcó el inicio de un proceso de rehabilitación que no solo apuntaba a curar un esguince de tobillo, sino a devolverle la seguridad en cada paso.
En este artículo quiero contarte cómo abordamos su recuperación, paso a paso, y qué podés hacer si pasás por una situación similar.
El tobillo en adultos mayores: por qué una torcedura no es “algo menor”
Muchas veces escuchamos que los esguinces son lesiones leves. Pero en personas mayores, incluso un esguince grado I puede tener consecuencias importantes si no se trata correctamente. La combinación de osteopenia, hipertensión y edad avanzada puede generar un cuadro más complejo: menos estabilidad, mayor riesgo de caídas y temor al movimiento.
En el caso de Beatriz, tras una caída doméstica, el tobillo izquierdo mostraba:
Dolor medial persistente
Hematoma en el maléolo interno
Inflamación moderada
Inestabilidad al pararse sobre un solo pie
Una ecografía confirmó distensión del ligamento deltoideo, y la radiografía descartó fracturas. Ya teníamos el diagnóstico: esguince leve del ligamento medial.
Primera etapa: aliviar el dolor sin perder movimiento
Durante la fase aguda, el objetivo fue controlar la inflamación sin inmovilizar de más.
Usamos un vendaje funcional, que le permitió moverse con contención.
Indicamos reposo relativo, priorizando posiciones elevadas y evitando cargas excesivas.
Sumamos analgésicos locales y crioterapia, especialmente durante los primeros días.
Evitar el reposo absoluto fue clave. En pacientes mayores, quedarse quietos demasiado tiempo puede ser contraproducente. A los pocos días, comenzamos con movilidad leve, siempre guiada y dentro del rango sin dolor.
Segunda etapa: recuperar movilidad y activar la musculatura
A medida que el dolor fue cediendo, empezamos a trabajar el rango de movimiento.
Introdujimos ejercicios de movilidad pasiva: movimientos asistidos para mantener la flexibilidad articular.
Luego avanzamos a movilidad activa, con movimientos lentos y controlados, como escribir el abecedario con el pie.
También incluimos ejercicios circulatorios, como flexión plantar y dorsiflexión, para mejorar el retorno venoso y disminuir el edema.
Lo importante en esta fase fue que Beatriz pudiera volver a mover su tobillo sin temor ni compensaciones.
Tercera etapa: fortalecimiento y estabilidad para prevenir recaídas
Una vez que la movilidad mejoró, comenzamos con el fortalecimiento funcional.
Empezamos con ejercicios de resistencia progresiva usando bandas elásticas.
Trabajamos la propiocepción: el sentido del equilibrio y la posición articular, con actividades como el apoyo en un solo pie, primero con apoyo y luego sin él.
Incorporamos plataformas inestables y colchonetas para que aprendiera a adaptarse a distintos tipos de superficie.
Beatriz fue ganando seguridad paso a paso. Me decía: “Siento que el tobillo me obedece de nuevo”.
Cuarta etapa: volver a caminar con confianza
La última fase apuntó a recuperar la funcionalidad en su entorno cotidiano.
Hicimos entrenamientos específicos de marcha adaptada, con cambios de ritmo y dirección.
Practicamos situaciones reales: caminar en veredas, esquivar objetos, subir y bajar cordones.
Reforzamos estrategias de prevención de caídas, como el uso adecuado del calzado, la iluminación en el hogar y la conciencia corporal.
La evolución fue muy buena: en cuatro semanas el dolor había disminuido, y a las diez semanas ya caminaba con normalidad, sin bastón ni temor.
Lo que aprendimos con Beatriz
Este proceso me recordó que la rehabilitación en adultos mayores no es solo física, también es emocional y funcional. Un esguince puede parecer simple, pero si afecta la confianza en el cuerpo, el impacto puede ser profundo.
Algunos aprendizajes clave que quiero compartirte:
No subestimes una lesión “leve” en personas mayores.
El movimiento precoz, guiado y progresivo es la mejor forma de prevenir complicaciones.
La prevención de caídas debe formar parte del tratamiento desde el inicio.
Escuchar los miedos del paciente es tan importante como trabajar sus músculos.
¿Qué hacer si sufriste un esguince de tobillo?
Si sos adulto mayor o cuidás de alguien que lo sea, estos son algunos consejos prácticos:
Consultá siempre tras una torcedura, aunque parezca menor. Descartar fracturas es fundamental.
Mantenete en movimiento, dentro de lo posible y con apoyo profesional.
Ejercitá la estabilidad: el equilibrio se entrena y puede mejorar en cualquier edad.
Pedí una guía de ejercicios adaptados: el tratamiento personalizado marca la diferencia.
¿Te pasó algo similar o tenés dudas sobre cómo tratar un esguince?
Dejame tu comentario o escribime para que pueda ayudarte. También podés sugerirme un tema que te gustaría leer en el próximo artículo.
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Prof. Sebastián Pablo Galleano
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