Lesión meniscal en adultos mayores: cómo tratarla

Cómo tratamos una lesión meniscal degenerativa sin cirugía

A lo largo de mi carrera, me encontré con muchos casos donde el dolor de rodilla limita la vida diaria. Pero hay uno en particular que me marcó. Se trata de Ana, una paciente de 65 años, activa, simpática y muy comprometida con su salud. Caminaba media hora todos los días, pero comenzó a notar un dolor persistente en la parte interna de su rodilla derecha.

No era un dolor agudo, sino más bien una molestia que aparecía al caminar mucho o al estar de pie por períodos prolongados. A medida que pasaban las semanas, esa molestia se convirtió en una dificultad concreta: ya no podía hacer sus caminatas sin detenerse. Fue entonces cuando decidió consultar, y juntos comenzamos un proceso que quiero contarte.


¿Qué es una lesión meniscal degenerativa?

Con el paso de los años, las estructuras de la rodilla —en especial los meniscos— se van desgastando. El menisco medial, que actúa como un amortiguador natural entre el fémur y la tibia, es el que más comúnmente se degenera.

En el caso de Ana, los estudios confirmaron lo que sospechábamos clínicamente: lesión degenerativa del menisco medial, sin ruptura traumática, pero con dolor e inflamación persistente.

Este tipo de lesión no siempre requiere cirugía. Con un buen enfoque conservador, se puede recuperar funcionalidad, reducir el dolor y evitar complicaciones.


El primer paso: aliviar el dolor y proteger la articulación

Al comienzo, el principal objetivo fue disminuir el dolor y controlar la inflamación. Aplicamos:

  • Crioterapia diaria, especialmente después de la caminata o de estar mucho tiempo parada.

  • Ejercicios isométricos suaves de cuádriceps, sin mover la rodilla, para empezar a activar el músculo sin irritar la articulación.

  • Educación postural y consejos prácticos, como evitar escaleras o no permanecer mucho tiempo de pie sin moverse.

En esta fase aguda, explicarle a Ana lo que estaba ocurriendo fue clave. Entender el proceso degenerativo y saber que había herramientas para mejorar, le devolvió la tranquilidad y el compromiso con el tratamiento.


Cuando el dolor cede: moverse para no perder fuerza

Pasadas las primeras semanas, Ana ya podía caminar distancias cortas sin dolor. Esto nos permitió avanzar a la fase subaguda, donde el foco estuvo puesto en mejorar la movilidad y evitar que la rodilla se volviera rígida.

Trabajamos con:

  • Movilidad articular pasiva y activa, siempre dentro de un rango indoloro.

  • Ejercicios en cadena cinética cerrada, como sentadillas parciales apoyada en la pared o subidas a escalones bajos.

  • Fortalecimiento progresivo del cuádriceps, isquiotibiales y glúteos, sin impacto.

La clave fue avanzar gradualmente, sin generar sobrecargas. Cada mejora, por más pequeña que fuera, representaba un paso más hacia la recuperación.


Fortalecer sin miedo: la importancia del control neuromuscular

Durante la fase de fortalecimiento, introdujimos ejercicios más desafiantes. No se trata solo de “hacer fuerza”, sino de recuperar la confianza en la pierna y entrenar la estabilidad de la rodilla en movimiento.

Implementamos:

  • Ejercicios de equilibrio en una pierna, primero con apoyo, luego sin ayuda.

  • Uso de superficies inestables (como un bosu o almohadillas), para estimular la propiocepción.

  • Marcha controlada en cinta, observando la alineación de la rodilla y el apoyo del pie.

Poco a poco, Ana empezó a notar que podía caminar más tiempo sin molestias. Lo más importante fue que volvió a confiar en su rodilla, algo que muchas veces se pierde tras una lesión.


Volver a la vida diaria sin dolor

El objetivo de toda rehabilitación no es solo “curar” una lesión, sino recuperar calidad de vida. En la fase final, nos enfocamos en que Ana pudiera retomar sus actividades con seguridad y sin recaídas.

Trabajamos sobre:

  • Adaptaciones posturales en la cocina, el baño y las caminatas, para evitar sobrecargas.

  • Educación sobre calzado, terreno y tiempo de actividad, para prevenir inflamaciones.

  • Rutinas de mantenimiento con ejercicios suaves diarios, para seguir fortaleciendo y mantener la movilidad.

Después de cuatro meses, el resultado fue excelente: dolor casi ausente, caminatas de 30 minutos sin pausas, y una sensación general de bienestar que superó nuestras expectativas.


Reflexiones finales sobre el caso

La lesión meniscal degenerativa en adultos mayores es más común de lo que pensamos. Pero no tiene por qué ser sinónimo de inactividad, dolor o cirugía.

Este caso me enseñó, una vez más, que:

  • La educación al paciente es fundamental: comprender qué ocurre en el cuerpo genera compromiso.

  • La reeducación del movimiento es tan importante como el fortalecimiento.

  • No es tarde para empezar a moverse mejor, aunque haya dolor o desgaste.


¿Sentís molestias en la rodilla al caminar?

Si el dolor en la rodilla te limita o notás que ya no podés hacer las cosas como antes, te invito a consultar. Con un buen plan personalizado, es posible recuperar movilidad y mejorar tu calidad de vida.

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Prof. Sebastián Pablo Galleano

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