
Cómo ayudé a una paciente con osteoartritis a recuperar su movilidad
Quiero compartir una historia que resume muchos de los desafíos que enfrentamos quienes trabajamos en rehabilitación con adultos mayores. Hace unos meses conocí a Marta, una mujer de 68 años que había llegado al consultorio con dolor crónico en ambas rodillas, rigidez por las mañanas y una creciente sensación de dependencia en su día a día. Me dijo que se sentía «lenta», que le costaba bajar escaleras y que caminar 20 minutos al día era su único ejercicio.
Sus estudios confirmaban un diagnóstico que vemos muy seguido: osteoartritis grado III, según la escala de Kellgren-Lawrence. Una condición degenerativa, sí, pero no sin posibilidades de mejora.
Este artículo no solo habla de su evolución, sino también de cómo, con un plan de rehabilitación adecuado, empatía y constancia, es posible recuperar la autonomía funcional en personas mayores con artrosis.
¿Qué es la osteoartritis y cómo afecta la calidad de vida?
La osteoartritis es una enfermedad degenerativa de las articulaciones que provoca el desgaste progresivo del cartílago. En casos avanzados, como el de Marta, se acompaña de dolor persistente, rigidez, pérdida de fuerza y alteraciones en la marcha.
A pesar de que muchas personas piensan que es «parte normal del envejecimiento», lo cierto es que podemos intervenir para mejorar notablemente los síntomas y la funcionalidad. De hecho, el tratamiento kinesiológico es una de las principales herramientas no farmacológicas para lograrlo.
Etapas del tratamiento: cómo planificamos la rehabilitación
Al momento de evaluar a Marta, encontramos signos típicos: crepitación articular al mover las rodillas, atrofia muscular en los muslos y un patrón de marcha con pasos cortos y lentos. A partir de esto, diseñamos un programa dividido en cuatro fases. Cada etapa tuvo sus objetivos y herramientas específicas, que te detallo a continuación.
Fase aguda: controlar el dolor y cuidar las articulaciones
En esta primera etapa, el foco estuvo en disminuir el dolor y mejorar su calidad de vida.
- Utilizamos electroanalgesia como recurso para reducir la sensación dolorosa sin recurrir a más medicamentos.
- Iniciamos terapia acuática, ya que el agua permite trabajar sin carga, facilitando movimientos que en tierra serían dolorosos.
- Trabajamos mucho la educación ergonómica: cómo sentarse, levantarse, subir escaleras o incluso cocinar sin sobrecargar las rodillas.
El primer gran cambio fue su percepción del dolor: en pocas semanas, Marta ya no se despertaba por la rigidez.
Fase subaguda: devolver movilidad y empezar a fortalecer
Una vez que el dolor fue más manejable, comenzamos con ejercicios activos.
- Incorporamos movilidad articular progresiva, con foco en flexión y extensión de rodillas.
- Introdujimos bandas elásticas para trabajar el fortalecimiento suave del cuádriceps y glúteos.
- Seguimos reforzando la conciencia corporal, especialmente en el control del equilibrio.
Noté que Marta empezaba a confiar más en su cuerpo: su andar era más fluido y podía realizar pequeños mandados sin molestias.
Fase de fortalecimiento: ganar resistencia muscular
En esta etapa, buscamos que el cuerpo respondiera mejor a los desafíos del día a día.
- Avanzamos con entrenamiento de resistencia muscular, adaptado a su nivel y controlado en intensidad.
- Empezamos a usar plataformas de vibración para mejorar la contracción muscular sin tanto esfuerzo activo.
- Sumamos actividades de equilibrio dinámico para prevenir caídas, uno de los grandes miedos que tenía.
Fue aquí donde más progresos vimos: subía escaleras con confianza, aumentó sus caminatas a 30 minutos y redujo la necesidad de descanso frecuente.
Fase de reintegro funcional: volver a ser independiente
Finalmente, trabajamos sobre los movimientos más significativos para ella.
- Hicimos reeducación de la marcha, buscando patrones más eficientes y seguros.
- Aplicamos técnicas de ahorro articular, como el uso de bastones, apoyo bilateral y control del ritmo.
- Diseñamos una rutina personalizada para mantener los logros conseguidos, enfocada en ejercicios de bajo impacto.
Cuando Marta me dijo: “volví a sentirme yo misma”, supe que habíamos cumplido el objetivo. Ya no era solo caminar sin dolor, sino recuperar su sentido de autonomía.
¿Qué aprendimos de este proceso?
El caso de Marta me recordó la importancia de tratar al paciente y no solo a la enfermedad. Escucharla, acompañarla y adaptar cada ejercicio a su realidad fueron tan importantes como la técnica en sí.
La osteartrosis no tiene cura, pero con una intervención oportuna, personalizada y sostenida, los cambios funcionales pueden ser sorprendentes. En este caso, en solo 12 semanas, logramos mejorar su movilidad y reducir significativamente el dolor.
Recomendaciones finales para quienes conviven con osteoartritis
Si estás atravesando una situación similar o conocés a alguien que lo esté, estas son algunas sugerencias clave:
- No postergues el inicio del tratamiento: cuanto antes empieces, mejores serán los resultados.
- Movete todos los días, aunque sea con ejercicios suaves.
- Pedí ayuda profesional: un plan personalizado marca la diferencia.
- Confiá en tu cuerpo: aunque haya dolor, es posible reconstruir una mejor versión de vos.
Profesor Sebastián Pablo Galleano
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