Cervicalgia por sobrecarga: caso real y tratamiento

Cómo abordé un caso de cervicalgia por sobrecarga en un deportista joven

Recibo con frecuencia consultas de personas activas que entrenan de forma constante, pero que comienzan a sufrir molestias que no logran identificar con claridad. Un claro ejemplo de esto es el caso de un paciente de 25 años que vino a verme por un dolor cervical persistente. Entrenaba seis veces por semana, combinando fuerza y resistencia, y había notado un aumento del dolor en la parte posterior del cuello, sobre todo después de las sesiones más intensas.

¿Cuándo el dolor cervical deja de ser “normal”?

Muchas personas que entrenan duro tienden a minimizar el dolor, pensando que es parte del proceso. Este paciente ya había tenido episodios previos de cervicalgia, pero esta vez notaba algo diferente: rigidez en el cuello, dolor al girar la cabeza y cefaleas tensionales que se volvían frecuentes.

Después de conversar y evaluar sus hábitos de entrenamiento y postura, comenzamos con una evaluación clínica completa para entender el origen del problema.

Evaluación y diagnóstico: más allá de la estructura

Durante el examen físico encontré varios indicadores clave: hipertonía en los trapecios superiores, disminución de la movilidad en flexión lateral y una alteración en su postura habitual, marcada por una posición adelantada de cabeza. Los estudios por imágenes (radiografía cervical) no mostraban lesiones estructurales significativas, lo que nos llevó a un diagnóstico funcional: cervicalgia por sobrecarga muscular y mala mecánica postural.

Diferencias con otras causas de dolor cervical

En estos casos, siempre considero diagnósticos diferenciales como un esguince cervical leve o una cervicalgia mecánica pura. Sin embargo, el patrón clínico y la ausencia de traumatismo nos orientaron hacia una causa funcional: la sobrecarga acumulada por entrenamientos intensos, con escasa atención a la movilidad y el control postural.

Rehabilitación: una estrategia progresiva y adaptada

Como en toda patología de origen funcional, el abordaje debe ser personalizado y progresivo. Trabajamos por fases, respetando la evolución de los síntomas y la respuesta del cuerpo al tratamiento.

Fase 1 – Aguda: aliviar el dolor y reducir la tensión

Nuestro primer objetivo fue bajar la intensidad del dolor y relajar la musculatura. Para ello, utilizamos:

  • Crioterapia localizada en zona cervical posterior para disminuir el dolor.

  • Técnicas de liberación miofascial, especialmente en trapecios superiores y elevador de la escápula.

  • Correcciones posturales iniciales, con énfasis en la conciencia corporal.

En esta etapa, muchas veces con pequeños ajustes ya se empieza a notar una mejora significativa.

Fase 2 – Subaguda: recuperar movilidad y comenzar el fortalecimiento

Una vez que el dolor disminuyó, avanzamos hacia una segunda fase en la que trabajamos:

  • Movilizaciones articulares suaves, buscando restaurar rangos de movimiento sin dolor.

  • Ejercicios isométricos cervicales, ideales para activar la musculatura estabilizadora sin generar irritación.

Además, empezamos a incluir pautas para mejorar la higiene postural durante el día y en sus entrenamientos.

Fase 3 – Fortalecimiento: estabilizar y prevenir

A medida que la movilidad mejoró, nos enfocamos en el fortalecimiento funcional:

  • Ejercicios de estabilización cervical profunda, fundamentales para sostener la cabeza sin sobrecargar músculos superficiales.

  • Trabajo escapular, especialmente con ejercicios de retracción escapular y activación de romboides y serratos.

Durante esta fase también ajustamos su rutina de entrenamiento para evitar ejercicios que generaban compensaciones, como el press militar mal ejecutado.

Fase 4 – Reintegro: volver al ritmo sin repetir errores

En esta última etapa, el objetivo fue ayudarlo a reincorporarse a su entrenamiento con seguridad y sin dolor. Para eso:

  • Hicimos un trabajo de reeducación postural dinámica, aplicando conceptos de control motor durante movimientos funcionales.

  • Ajustamos su planificación de cargas y enfatizamos la importancia del descanso y la variabilidad en los estímulos.

También reforzamos estrategias preventivas, como el uso de rutinas de movilidad antes y después del entrenamiento.

Resultados y reflexiones finales

Después de cuatro semanas, el paciente había reducido notablemente el dolor y la rigidez. A las ocho semanas, su movilidad y fuerza cervical eran normales y había vuelto a entrenar sin molestias. Pero quizás lo más importante fue el cambio de perspectiva: ahora entendía la importancia de cuidar su postura, distribuir bien la carga de entrenamiento y escuchar las señales del cuerpo.

Profesor Sebastián Pablo Galleano

¿Te pasó algo similar o conocés a alguien que entrena con dolor cervical?
Dejame tu consulta en los comentarios o sugerime un tema que te gustaría que desarrolle en un próximo artículo. Estoy acá para ayudarte a entrenar con conciencia y sin dolor.

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